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domingo, 30 de enero de 2011

Cambiando el chip



Ya sea en organizaciones, en grandes o en pequeñas empresas, o en la propia vida, los cambios son un proceso que parten de una situación para llegar a otra. Sería un engaño decir que siempre es un proceso que evoluciona hacia una situación mejor, aunque esto es siempre lo deseable.
La vida está llena de continuos cambios, lo queramos o no. Reflexionando un poco sobre ellos, me aventuraría a sintetizar algunas consideraciones o características comunes.





El punto de partida
Hay cambios que vienen motivados por una decisión propia, personal, de creer en una nueva y mejor situación. Vislumbras el objetivo al que quieres llegar, lo valoras firmemente como algo mejor que quieres conseguir, crees en él y lo dibujas en tu mente, o sobre un papel, tal vez con la intención de que, como Pigmalión con su Galatea, el sueño deseado se convierta en realidad.
Sin embargo, hay otros cambios que te sobrevienen en la vida. No has escogido tú el nuevo objetivo, la nueva situación. Pero te encuentras ahí, iniciando un proceso de cambio donde te das cuenta que no hay posibilidad de retroceder en el tiempo. Unas veces son cambios predecibles, otras veces ocurre que algún factor del subconsciente ha hecho que los presientas, otras el cambio es ordenado por una persona cercana o por un estamento jerárquico superior, y otras ocurre que el detonante del cambio llega sin más, sin avisar.
Tal vez podríamos mencionar otros puntos de partida de los cambios. Aquellos que otras personas, desde una óptica y perspectiva distinta a la nuestra, nos aconsejan que realicemos en nuestra vida para así mejorar nuestra situación. Sin embargo, éstos no pueden considerarse cambios como tal hasta que uno no tome la decisión propia de evolucionar hacia una nueva situación personal.

El camino
Cuando se ha iniciado un proceso de cambio, sobretodo en los que no es uno el que así lo ha decidido, suele haber un inicio del camino más o menos traumático. Nos surge nuestro natural miedo ante lo desconocido que frena nuestro deseo de ir hacia ese lugar, hacia ese futuro del que apenas tenemos un esbozo. Dudas si el dibujo está bien hecho. La angustia por cómo será el camino a recorrer a partir de ahora, junto con la nostalgia por cómo estábamos en la antigua situación, aunque ya forme parte de tu historia personal, nos causa pasar por episodios de quererse aferrar en el pasado, de querer inmovilizar nuestra vida en una situación que nos era cómoda, pero que ya no se da, ni se puede dar de nuevo.
A pesar de todo, con los días, el camino va andándose. Los problemas de la nueva situación van surgiendo y, tal vez, es cuando vas aplicando racionalización al cambio, día a día, para ir solucionando esos inconvenientes bajo la óptica de la nueva situación. El trabajo de esta etapa es más bien mental, requiere reflexión, ya sea a nivel individual o colectivo, para evolucionar racionalmente y hacer los cambios culturales que, tal vez, se requieren. Esta racionalización es la que te facilita, poco a poco, el convencimiento propio de que el cambio, dadas las circunstancias, era necesario y percibes la nueva situación de una manera más visible, más clara. Poco a poco, vas dejando de mirar atrás y, sin darte cuenta miras cada vez más confiado hacia delante.



El punto de destino
Empiezas a ver adónde quieres ir, aflora el entusiasmo en tu corazón y crecen las ganas por llegar. Disfrutas de los nuevos momentos vividos y tu optimismo aprecia las ventajas de la nueva situación. Te sientes pleno, entusiasta por el logro conseguido y te valoras integrado en el dibujo que, tiempo atrás, a pesar del temor que sentías, te habías imaginado.
Siendo conscientes de encontrarse en ese estadio, conviene cuidarlo con esmero, saborear el inicio de esa nueva etapa con la mayor intensidad posible y desear que el periodo de estabilidad en esa nueva situación donde te sientes bien sea largo.
Un principio del Kybalión dice que “No hay nada quieto. Todo se mueve. Todo vibra”. Efectivamente. Pero conocer este principio, interiorizarlo, y ser conscientes del proceso habitual que todo cambio comporta, debería ayudarnos a poder trabajar para ejercer mayor control sobre la duración de sus ciclos, así como ayudarnos a tomar las decisiones propias de cambiar en aquellos aspectos de nuestras vidas en las que, pensamos, podemos mejorar.


9 comentarios:

juancar347 dijo...

Oportuna entrada, no me cabe duda. Tal vez, como dices, el miedo al cambio y a todas las variantes que, deseadas o no, se generan a lo largo de la existencia de una persona, haya sido la causante de que en la memoria colectiva de los hombres se hayan creado determinados arquetipos que representen, en la forma de dioses y diosas detentadores de frustración o fortuna, los miedos atávicos a los cambios de situación. Dentro de los puntos de vista que has tocado en tu entrada, me afecta particularmente ese cambio de situación no deseado ni tampoco esperado. Y te puedo decir, que miedo y angustia son dos componentes esenciales; a medida que el tiempo, se trocan en aceptación, y una vez aceptado, es cuando comienzas a plantearte el cambio y sea de una manera o no desesperada, comienzas a buscar soluciones y realizas planes de futuro. Y no obstante, incluso pensando que no hay mal que no por bien no venga, siempre tropiezas precisamente con la palabra clave que tan bien has expresado: el factor desconocido. Es decir, el miedo. Interesante entrada, Eduard. Un abrazo

Syr dijo...

Leo varias veces tu trabajo y creo que es, más que una entrada, un verdadero breviario. Puede aplicarse a situaciones personales, emocionales, familiares,pasionales, mentales, laborales, cotidianas o incluso al mero cambio del último móvil. Nos desequilibramos, surgen los miedos atávicos y hasta defendemos y justificamos cualquier situación anterior antes de considerar, si quiera, la perspectiva que la nueva situación nos ofrece y nos presenta, pese a no haber sido solicitada, provocada o, tan siquiera, prevista.

Se recorre el camino y lograda la estabilidad en el nuevo estadio, se consolida la posición y la historia se repite...

Quizá por eso sea tan valiosa tu aportación, aunque su enfoque y asunción sólo esté al alcance de personas excepcionales.

Baruk dijo...

Es un gran proceso evolutivo el que relatas, y posiblemente el resultado no termina ahí.

Según tengo entendido, una vez has superado con éxito esa especie de "iniciación", adquieres una nueva perspectiva visionaria de la realidad a la que pocos pueden acceder.

Dicen que es entonces cuando la Providencia empieza a abrir puertas que no sólo estaban cerradas, sino que eran invisibles al ojo natural.

Y como Syr, tambièn pienso que ese razonamiento que has expuesto y su superación, sólo esta al alcance de personas excepcionals.

Molts Tons.

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Alkaest dijo...

Si dejamos de lado el mito de la "presunta" Providencia, lodazal en el que mejor será no embarrarse, hay un aspecto de los cambios bastante peliagudo.

Cuando el cambio es ajeno a la propia voluntad no pasa nada, vamos, si que pasa, que te xodes y te aguantas, maldices y apechugas porque no hay otra. Pero, cuando el cambio es voluntario... ¡Ay amigo!
Que difícil y poco habitual, es que nos conformemos con todos los resultados que se producen. Porque una cosa es analizar lo que sucederá, sopesar las variables y asumirlas como "precio" asequible, pero otra muy distinta es aceptar ese "precio" cuando toca pagarlo.
Lo más frecuente es maldecir, arrepentirse, enfurruñarse... Y entonces, siempre tiene que salir algún "listo" -que a ese lo querríamos ver en parecida situación-, que nos suelta: "Te lo dije... ahora te aguantas".

Salud y fraternidad.

pallaferro dijo...

Vuestros comentarios me aportan las particulares percepciones de cada uno de vosotros. Os "veo" como contándomelo en persona, hasta con vuestra voz y entonación...


Pienso que la otra parte de un proceso de cambio es la época de "estabilidad", la del "no-cambio". Seria entendida como el trayecto que hay desde el "punto de destino" hasta el nuevo "punto de partida". Es una época en donde lo que se considera verdaderamente importante es recorrer el camino y, a veces, ruegas para que éste sea largo.

Y es que los inicios son alegres, como los nacimientos. Los finales tristes, como la muerte. Pero la verdadera felicidad está en recorrer y saborerar de la vida.

Un fuerte abrazo,

Alkaest dijo...

Bueno será, recordar un pequeño detalle.
Según estudios etológicos, los animales lo que más temen en sus vida es el cambio, y lo que más aman es la monotonía.
Porque, para ellos, el cambio significa variables desconocidas, o sea, peligro, pientras que la monotonía es lo conocido, lo previsible, y por tanto la seguridad.
Pero claro, los seres humanos no somos animales -aunque nos comportemos como tales-, y amamos el cambio, es decir, el peligro.
Que animales tan raros somos...

Salud y fraternidad.

Pilar Moreno Wallace dijo...

Hay quien dice que el miedo te hace prudente, yo más bien pienso que te hace perder oportunidades.
Conseguir llegar a la meta propuesta compensa penurias y esfuerzos, y desde luego te da una inmensa satisfacción; pero "hacer el camino", aunque te exija todo o más de lo que puedas dar, también te enriquece de experiencias.
Bueno, lo que sí quiero decir es que tu texto me ha hecho sentir mucho y me ha puesto a pensar.

Un abrazo.

Pili dijo...

Me aterran los cambios, pero reconozco que siempre me han aportado cosas buenas, de todas formas afrontar los cambios con cierto temor nos ayuda a ser prudentes y a ir dejando el pasado almacenado en un lugar seguro.

Pedro Garcia Millan dijo...
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